UN «RACCONTO».

El mismo Thomas Mann nos ha de aportar los antecedentes que ayuden a profundizar en la explicación de lo ocurrido.
Por de pronto, nos habla de la confusión que precedió al epi¬sodio trágico. Cuando se refiere al viaje que los condujo al desastre, dice: «Preferían avanzar bajo el ala de la noche, para evitar el peso del sol del centro del día. Pero ellos tenían sus propias razones para hacerlo. Pues como en sus almas habitaba la confusión, y la oscu¬ridad favorece la confusión, aprovecharon, sin saberlo, la oportu¬nidad de expresar en lo espacial la confusión en su interior y se confundieron de camino… situación correspondiente al extravío de sus ánimos; pues Chridaman y Sita, situados tras de Nanda, que guiaba, no habían dormido nada, sino que, con los ojos abiertos, consintieron que aquél guiara hacia el extravío».
Nanda, equivocando el camino, fue la parte ejecutora de lo que estaba latente en los tres. Cada uno de los protagonistas se debatía en la mayor confusión de sentimientos, hacia cada uno de lo otros. Sita era la mujer de Chridaman, pero pensaba en Nanda. Y no hubiera sido más feliz casada con Nanda, porque hu¬biera pensado en Chridaman.
La amistad de los dos hombres, por su parte, no dejaba de ser complicada por la emergencia de deseos perturbadores del uno hacia el otro.
Toda esta confusión de sentimientos, que tuvo su desenlace en una total confusión de identidades, estaba cimentada sobre una di¬sociación previa que se hacía manifiesta, especialmente, como di¬sociación cuerpo-mente que no pudo resolverse en discriminación cuerpo-mente.
Thomas Mann se deleita en detallar esta situación minucio¬samente.
El joven Chridaman, comerciante e hijo de comerciantes, «des¬cendía en línea paterna de una estirpe de brahmanes versados en los Vedas… La línea de su nariz era delgada como el filo de un cuchillo y tenía ojos apacibles de pupila y párpado, y además una suave barba en forma de abanico alrededor de las mejillas. Suaves eran también sus miembros… en parte brahmánicos, en parte de mercader.
«No así Nanda, el hijo de Garga. Su karma era otro y nunca se había entregado —a impulsos de la tradición y de la sangre— a lo espiritual, sino que era como era, un hijo del pueblo y con una alegre simpleza, oscuro de piel y pelo, y hasta ostentaba en el pecho ‘el rizo de ternero de la suerte’ … De la herrería tenía fuertes brazos, y del pastoreo, además, una buena estampa».
El de Chridaman «era un cuerpo como para servir de accesorio y colgante a una cabeza noble y sabia, que en el conjunto resulta¬ba lo esencial, mientras que en todo Nanda el cuerpo era, por así decirlo, la cosa esencial, y la cabeza tan sólo un lindo accesorio».
Estas diferencias que no eran capaces de aceptar, eran causa de sentimientos de envidia recíprocos, e impulsaban a ambos a de¬fenderse de ella mediante el desprecio maníaco y el uso de la iden¬tificación proyectiva, así como también llevaban a actitudes pasivas y disminución de la autoestima.
Cuando el autor describe a Nanda, agrega: «Todo esto gustaba a Chridaman en comparación consigo mismo. Sin embargo, Nanda se burlaba un tanto, bajo cuerda, de la grasa clara de Chridaman y su atinado hablar, mientras que Chridaman lo hacía de la nariz caprina de Nanda y su simpática vulgaridad».
El narcisismo de las pequeñas diferencias, del que habla Freud, debe ser también un medio de defender una identidad que se sien¬te precaria. Pero, además, estas diferencias suscitaban la burla, como defensa maníaca, porque eran diferencias que cada uno de ellos envidiaba en el otro y hacían deseable el «trueque» con el otro.
La admiración y la envidia que Nanda sentía por Chridaman lo impulsaban, en primer término, a querer tomar posesión del ob¬jeto para adquirir parte de sus cualidades. Esto lo llevaba a una utilización intensa de un tipo de identificación proyectiva de finalidad posesiva, pero que comprometía aspectos de su self colocados en el objeto, con la consiguiente relación simbiótica que haría im¬posible la vida de uno sin el otro.
Este es el aspecto pasivo y autodestructivo de la envidia que he destacado en otro trabajo (9) que implica, en primer término, un ataque al propio self con disolución de su integridad y debili¬tamiento del sentimiento de identidad.

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