DISCUSION

DISCUSION

Estos sueños indicaban la posibilidad de que las barreras obsesivas comenza­ran a derrumbarse, lo que le despertó un estado interno tanto de alarma como de excitación. El peligro de liberar a sus objetos de los procesos de segmentación. y restricción era de dos tipos. Por un lado, si su objeto era totalmente liberado de los límites que lo encapsulaban (como la piscina sin cerco) no iba a tener es­tructura para proveer un continente, ni límites para prevenir su invasión infantil, y él se vería forzado a zambullirse nuevamente en un estado idealizado de total inmersión en su objeto. Sin embargo, incluso en su sueño, él desea emerger de este estado pero teme la pérdida de partes de sí mismo (ropa) y se encuentra en un estado de confusión. En el sueño está perdido en un ambiente desconcertante, ya que diferentes áreas se han separado de sus sitios acostumbrados. Sin límites, no podía decir si estaba dentro o fuera de su objeto. «Afortunadamente» encon­tró que tenía una brújula para guiarse (desde un punto de vista optimista esto podría representar un objeto analítico combinado capaz de mantener su propia unidad y sus propios límites). En realidad, en esa época, Piffie comenzaba a viajar con mayor independencia. Asociando con sus sueños dijo que llevaba consigo una brújula y explicó que ésta le era muy útil, ya que si preguntaba por alguna direc­ción la gente podía decirle que vaya a la derecha o a la izquierda, y él no saber si estaba mirando en esa dirección o en la opuesta. En el sueño, desde el momento en que encontró su brújula, recuperó sus ropas y se recobró de los riesgos de entrar en un objeto no cercado.

Al recobrar su orientación más madura de estar separado de su objeto y ser externo a él, se enfrentó con el segundo grupo de ansiedades, las que acompañan a la liberación de sus objetos de sus mecanismos obsesivos. En el sueño vio las jaulas podridas de donde los animales se habían escapado. Esas criaturas estaban representadas por las filas de miles de personas ante las puertas de su casa. Esto parece representar la posibilidad de un retorno a sí mismo de la multitud de por­ciones segmentadas de objetos, ahora liberadas de sus jaulas de solitario encierro. Antes de que el movimiento de liberación pudiera ponerse en marcha realmente, apareció un hombre con un sistema de alarma llamando la atención sobre la situación. El odiado loro ya se había escapado del jardín de atrás y picoteaba en la cocina, indicando posiblemente que los ataques orales dejaban su localización anal y estaban «regresando al hogar», la relación con el pecho nutricio. El mayor foco de ansiedad se refería sin embargo a la osa panda: estaba muy alarmado de perder el control sobre ese aspecto Chi-Chi de su objeto materno. Si ella

 

se escapara de los confines de un estado de frigidez y esterilidad, sin hijos, él podría perderla en las garras de un rival.

Con respecto al segundo sueño es importante considerar que, para Piffie, Nepal era una de las porciones remotas y secretas de la madre-tierra, con una ubicación precisa que sólo unos pocos conocían con exactitud y accesible sola­mente a los más privilegiados, y en contraste con el despreciado estado de Dina­marca, que era un lugar común, fácilmente conocido por todos.

Comparado con Barry, por ejemplo, Piffie tenía conceptos muy refinados de la estructura materna, expresados durante sus primeros años en sus construc­ciones cuerpo-casa, y también más tarde en su detallado y excelente conoci­miento de la geografía. Se deleitaba en coleccionar los datos más oscuros acerca de pequeñas islas y estados montañosos poco conocidos, y se regocijaba en la superioridad que esto le otorgaba. Tanto en sueños como en la realidad, se ponía enormemente ansioso y excitado al atravesar los bordes entre uno y otro estado, incluso entre un condado inglés y otro. Su necesidad casi compulsiva de dominar la estructura geográfica, señala el esfuerzo requerido para mantener, tanto a su objeto como a sí mismo, fuera del estado autista propiamente dicho.

Estos sueños confirman varias indicaciones previas que sugerían que la es­tructura y los límites intrínsecos del objeto materno todavía se diferenciaban sólo vagamente de la compartimentalización producida por su propia organización obse­siva. Es posible considerar que esta organización tiene el propósito de defender a Piffie y a su objeto de los peligros de una invasión excesiva, y también se utiliza para mantenerse aferrado posesivamente de partes divorciadas de su objeto, exclu­yendo a los rivales. En el segundo sueño no es más él mismo, sino el padre —rey de Nepal— el responsable de cuidar que el aislado objeto materno no sea expoliado por las incursiones de sus rivales; y después de su muerte, Piffie puede organizar levantamientos en el palacio. Esta situación edipiana típica, este reconocimiento de su posición como hijo rival, raramente se manifestaba en Piffie. Es interesante notar que, en este punto, fue capaz de unirse a otros muchachos en sus diversio­nes, algo que prácticamente nunca ocurrió en sus sueños o en la realidad. En la distancia, sin embargo, permanecían los castos monjes de una orden de clausura, la contraparte masculina de la enjaulada Chi-Chi, que también reflejaba la posi­ción distante a la cual Piffie generalmente se retiraba, alejado de toda travesura infantil. El mantenimiento de las organizaciones obsesivas a menudo parecía ser para Piffie una actividad consumidora de vida. Desde el punto de vista interno, el rey era un gobernante exigente, con el cual Piffie generalmente se identificaba. Este esclavizante señor lo mantenía al tanto del detalle de sus tareas, que concer­nían a las partes cercadas del self y de los objetos. En relación con estos objetos enjaulados, Piffie estaba acostumbrado a comportarse como un cuidador de zoológico sobrecargado, responsable pero benevolente, que necesitaba controlar que en todo momento las jaulas estuvieran seguras y sus habitantes bien atendidos (es decir, ni olvidados ni perdidos; olvidarse, perder, llegar tarde o hacer errores triviales le causaban excesiva ansiedad). Su vida diaria estaba organizada con la precisión y el planeamiento de un horario de ferrocarril: sin blancos, sin tiempo libre; no toleraba ningún descuido en su larga lista de obligaciones diarias; nada podía dejarse a la casualidad —o a la espontaneidad—. Esto también se reflejó

 

S_ HOXTER

en la rutina y el gran esfuerzo que desplegó en sus sesiones semanales, y en su ho- rror a correr el riesgo de un período de silencio, cuando lo desconocido, lo no pla­neado, pudiera liberarse de sí mismo o de su terapeuta. Por cierto, sería una nove­dad de enorme importancia si (como dijo acerca del rey de Nepal) este gobernante interno muriera y se abriera el camino para enfrentar las ansiedades que acompaña­ban a la liberación de sus objetos.

El tercer sueño llevó a asociaciones concernientes a tomar fotografías. Dijo que dentro de cien años podría mostrar las fotografías a sus nietos y ellos las encontrarían muy interesantes. (Por primera vez no se tapó la boca con su mano para ahogar la escapada admisión de que podía considerar un futuro para sí como padre y adulto, pero ahora la duración de su vida había sido de algún modo maníacamente alargada.)

Coleccionar fotografías y estudiar viejos álbumes familiares había tenido gran importancia para él. Le fascinaba que mediante el clic de una cámara, se pudiera inmortalizar un momento pasajero. Dijo que sus dibujos de pequeño de los contenidos del consultorio eran como fotografías y estaba contento de pensar que podía volver a ellos para revivir sus recuerdos y encontrar que las cosas no habían cambiado. Analizamos su sentimiento de que las fotografías no sólo impedían la muerte del objeto, sino que también impedían que éste ‘ cambiara y viviera. Concluyó la sesión diciendo que pronto iría al zoológico, pero esta vez no llevaría su cámara: ya tenía suficientes fotografías de los anima­les. Con una sonrisa chispeante agregó que sus fotos incluían una de Chi-Chi.

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