Jueves 11 de febrero de 1965

Jueves 11 de febrero de 1965

Llegó quince minutos tarde, un poco pálido, mostró sus dientes y dijo que el auto se había descompuesto en Grays Inn Road, que había tenido que venir en taxi. Le dije que también me estaba diciendo que había ido al dentista y que yo debía distinguir entre el colapso interno y los problemas externos. Me dijo: «No,

 

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D. WEDDELL

 

Viernes 5 de febrero de 1965

(xvi)

(Lado delantero de la pared – 1)

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(Lado derecho de la pared)

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(Lado de atrás de la pared)

(Lado delantero de la pared – 2)

 

 

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lo siento, la goma se pinchó». Nuevamente mostró sus dientes y dijo: «Dos emplo­maduras. Sin anestesia», pero parecía tener lagañas en sus ojos y me contemplaba con una mirada un tanto bizca. Tomó la tiza y dijo: «Hoy 3 y 40 a 4 y 10, mañana 9 y 50 a 10 y 45». Le sugerí que quería compensar el tiempo perdido, y él dijo: «Hoy no, debo ir al café. Lleva tiempo llegar allá», y luego produjo chillidos e hizo muchos sonidos de «ba-ba».

Pero luego decayó un poco y comenzó a pronunciar mal las palabras, como si estuviera un poco disártrico, o tuviera algo en la boca. Sus labios parecían curvarse hacia adentro, pero luego curvó el labio superior para arriba y asumió una sonri­sa como de lobo. Fue entonces como si se convirtiera en un entrevistador hacien­do muchas preguntas: «¿Preferiría usted trabajar con otro y tener otros roles?». Pestañeó y dijo: «¿O trabajaría usted en un equipo en HMS* Paradise? Todos quieren trabajar en HMS Paradise». Luego «PATV, el Espectáculo». Pero esto estaba escrito en la parte interior de la puerta de la cómoda. Le pregunté qué era lo que no me decía. Deseaba que yo fuera capaz de ver y saber lo que sucedía en su interior. El dijo: «Programa de la próxima semana. Jueves, ‘El fugitivo’. Estre­llas invitadas: Rupert Davis, Ewen Solen», luego «HMS Paradise. El oficial sub­alterno Murdoch se convierte en el teniente Eamonn Andrews, tiene su propio espectáculo en ITV, también estrellas invitadas». Fue al baño• diciendo: «Si usted quiere saber adónde voy, volveré en unos minutos». Al volver tomó mi brazo, con cierta urgencia y me hizo mirar al interior de la puerta del armario nuevamente, limpió las paredes con el trapo y se fue a las 4 y 10. La secretaria de la oficina vino a decirme que le había dejado unas monedas antes de la sesión y se las había lleva­do al irse.

La visita al dentista fue por supuesto una situación muy importante. No sólo estaba muy contento de haber podido quedarse en el sillón del dentista y que le hicieran cierto trabajo sin anestesia, sino también de haber venido a la Clínica solo; la primera vez que esto había ocurrido. Exactamente cuatro años después fue capaz de ir por sí solo a un nuevo dentista que atendía en otro hospital.

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