La crisis sacrificial 48

casos, debe ser definido como violencia purificadora. Esta es la razón de que los mismos sacrificadores tengan que purificarse después del sacrificio. Cabe comparar el proceso sacrificial a la descontaminación de instalaciones atómicas; cuando el experto ha terminado su trabajo, debe ser a su vez descontaminado. Y siempre son posibles los accidentes…

La inversión catastrófica del sacrificio es, según parece, un rasgo esen­cial del Heracles mítico. Reaparece, muy visible detrás de los motivos secundarios que le recubren, en otro episodio de la vida de Heracles, el de la túnica de Neso, tal como aparece en Las traquinianas de Sófocles.

Heracles ha herido mortalmente al centauro Neso que perseguía a De­yanira. Antes de morir, el centauro ofrece a la joven una túnica untada con su esperma o, según Sófocles, con su sangre mezclada con la de la hidra de Lerne. (Nótese aquí el tema de las dos sangres que son la mis­ma, muy próximo de la sangre única desdoblada en Ion.)

El tema de la tragedia es el mismo de La locura de Heracles: es el regreso del héroe que trae consigo, esta vez, una hermosa cautiva de la que Deyanira siente celos. La esposa envía a recibir a su esposo un fiel criado que le ofrece como regalo la túnica de Neso. Antes de morir, el centauro había asegurado a Deyanira que le bastaría con hacer vestir la túnica a Heracles para asegurarse su eterna fidelidad. También había reco­mendado a la joven que mantuviera la túnica alejada del fuego, al amparo de cualquier fuente de calor, hasta el día en que tuviera que utilizarla.

Heracles, cubierto con la túnica, enciende una gran hoguera para ce­lebrar un sacrificio purificador. La llama despierta la virulencia del vene­no. El rito es lo que hace que el unto benéfico se convierta en maléfico. Heracles se retuerce de dolor y poco después morirá en la hoguera que ha pedido preparar a su hijo. Antes de morir, aplasta contra una roca al fiel criado Licas. A su vez, el suicidio de Deyanira también se inscribe en el ciclo de violencia inaugurado por el retorno de Heracles y por el fracaso de su sacrificio. De nuevo, la violencia se desencadena contra los seres a los que el sacrificio hubiera debido preservar.

Varios grandes temas sacrificiales se entremezclan en ambas obras. Una especialísima impureza acompaña al guerrero que regresa a la ciudad, ebrio aún de las carnicerías en las que acaba de participar. Es fácilmente admi­sible que sus terribles trabajos hayan podido acumular sobre Heracles una cantidad prodigiosa de impureza.

El guerrero que regresa a su casa amenaza con llevar al interior de la comunidad la violencia de que está impregnado. El mito de Horacio, estudiado por Dumézil, es un ejemplo de este tema. Horacio mata a su hermana antes de toda purificación ritual. En el caso de Heracles, la im­pureza triunfa del propio rito. Si se contempla atentamente el mecanismo de la violencia en ambas tragedias, se descubrirá que el sacrificio, cuando «acaba mal», provoca cada vez una reacción en cadena en el sentido defi­nido en el primer capítulo. La muerte de Licos aparece en la obra de Eurípides como un último «trabajo», como un preludio todavía racional a

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