Palabras difíciles.¿POR QUÉ LES ENCANTAN LAS PALABRAS GRANDILOCUENTES A LOS HOMBRES?.

¿POR QUÉ LES ENCANTAN LAS PALABRAS GRANDILOCUENTES A LOS HOMBRES?

Al no poseer una zona cerebral específica encargada del habla, el caza­dor necesitaba comunicar la mayor cantidad posible de información empleando el menor número posible de palabras. De esta forma, su ce­rebro desarrolló zonas específicas para el vocabulario que se sitúan en la parte frontal y trasera del hemisferio izquierdo. En las mujeres, el voca­bulario se localiza en la parte frontal y trasera de ambos hemisferios y no es uno de sus puntos fuertes. Por consiguiente, la definición exacta de las palabras es irrelevante para una mujer porque transmitirá el mensaje utilizando la entonación de la voz para expresar el significado y el lenguaje corporal para expresar el contenido emocional.

Localización del área encargada del vocabulario en el cerebro masculino.

Por esta razón, el significado de las palabras es esencial para los hombres, que utilizarán una definición exacta para destacarse por encima de otros hombres o mujeres. El hombre utiliza el lenguaje para competir con otro hombre y la definición se convierte, así, en una estrategia importante en el juego. Si una persona dice de otra «…no ex­presaba claramente lo que quería decir, daba rodeos y la gente no le entendía bien», el otro hombre le interrumpirá y dirá: «¿Quieres decir que no articulaba correctamente su pensamiento?», para definir la frase concisa y precisamente y «apuntarse un tanto» en su competición con el primer interlocutor.

LAS MUJERES UTILIZAN LAS PALABRAS PARA OBTENER RECOMPENSAS

La mujer utiliza las palabras para participar y crear o fortalecer relacio­nes y por eso las palabras son para ella una recompensa. Si a una mu­jer usted le cae bien y quiere aproximarse le hablará mucho. El caso contrario también es cierto: si quiere castigarle o dejarle claro que no le cae bien, no le hablará. Los hombres suelen llamarlo «el castigo del silencio» y saben que nunca deben de tomar a la ligera una amenaza como ésta: «Nunca te volveré a hablar».

Si una mujer se muestra parlanchina con usted, es que le cae bien.
Si no le habla, usted se ha metido en un buen lío.

Para que un hombre normal se dé cuenta de que le están impo­niendo «el castigo del silencio» tienen que pasar unos nueve minutos. Hasta entonces, él cree que está callada para recompensarle y le da silenciosamente las gracias por esos minutos de «paz y tranquilidad». Los hombres en todo el mundo se quejan de que las mujeres son de­masiado parlanchinas. La verdad es que, en comparación con los hom­bres, hablan hasta por los codos.

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