Ideología e Identidad. Partes sanas y enfermas de la personalidad.

¿Se podría sostener que los individuos que comparten una misma ideología poseen elementos comunes en su tipo de personalidad que han pesado en la elección ideológica? ¿Sería algo así como que cada cual tiene la ideología que «se merece»? Aún si fuera así, como todos los fenómenos psicológicos están sobredeter­minados los resultados posibles son múltiples. Las ideologías pro­vienen de distintas partes de la personalidad, tanto de las partes sanas como de las enfermas. Si predominan las primeras, se llegará a la ideología como producto de un proceso de elaboración que permitirá una clara y meditada decisión e implicará un conoci­miento más auténtico de los motivos que orientaron dicha elección. Si predominan las segundas, será el conflicto neurótico el que em­puje a asumir la ideología, muchas veces en forma compulsiva y como respuesta a una necesidad interior perentoria e impostergable. Se podría aplicar a las ideologías el concepto de las «series comple­mentarias» descripto por Freud. No sólo interesa el contenido de la ideología que se elige sino también la forma en que se la asume, ya que esta forma de asunción puede constituir una ideología per se.

Existen casos límites como los de individuos que adoptan ciertas ideologías «por sometimiento». Ello ocurre, en ocasiones, por temor a quedar excluidos de un determinado grupo al que se habían unido por motivos distintos. En otras oportunidades, se debe a la falta de convicciones propias suficientemente fuertes como para que permitan al individuo defenderse de la imposición de la ideología de otros. En tales circunstancias, la ideología «por imposición» actúa como un superyó parásito que controla y domina la vida interior del individuo. Se trata, por supuesto, de individuos que presentan un sentimiento de identidad deficitario.

En otros casos, el mecanismo de la «identificación con el agre­sor» puede actuar como motivación principal para adoptar una determinada ideología. El individuo intenta así proyectar afuera su parte de víctima y transformarse en el objeto perseguidor.

 

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