La génesis de los mitos y de los rituales 115

que la primera vez; el incesto provocará, en principio, a cada nueva entro­nización, las mismas reacciones de odio y de violencia colectivas que deben desembocar en la ejecución liberadora, en el advenimiento triunfal del orden cultural, como la primera vez.

La conexión del incesto regio con un incesto entendido como original queda demostrada en ocasiones por un mito de origen en el que aparece. E. J. Krige y J. D. Krige se refieren a dicho mito entre los lovedu.» El incesto preside el nacimiento de la sociedad; es lo que aporta la paz y la fecundidad a los hombres. Pero el incesto no es primordial, ni esencial. Si bien, a primera vista, parece justificar el sacrificio, a un nivel más fun­damental es el sacrificio lo que justifica el incesto. El rey sólo reina en virtud de su muerte futura; no es más que una víctima en instancia de sa­crificio, un condenado a muerte que espera su ejecución. Y el propio sacrificio no es realmente primero, sólo es la forma ritualizada de la una­nimidad violenta espontáneamente obtenida una primera vez.

Si se atiborra al rey de pócimas abominables, si se le hacen cometer todo tipo de transgresiones violentas y, en primer lugar, la del incesto, es dentro de una perspectiva completamente opuesta a la del teatro de van­guardia y de la contracultura contemporánea. No se trata de acoger con los brazos abiertos las fuerzas maléficas, sino de exorcizarlas. Es preciso que el rey «merezca» el castigo que se le reserva, de la misma manera que el expulsado original, aparentemente, lo había ya merecido. Hay que rea­lizar a fondo las potencialidades maléficas del personaje, convertirlo en un monstruo radiante de poder tenebroso, no por unas razones estéticas sino para permitirle polarizar sobre su persona, atraer literalmente todos los miasmas contagiosos y convertirlos después en estabilidad y en fecundi­dad. Situado en la inmolación final, el principio de esta metamorfosis se extiende a continuación a toda la existencia terrestre del monarca. El canto de investidura del MoroNaba, entre los mossi (Uagadugu), expresa con una concisión muy clásica una dinámica de salvación que sólo la hipótesis de la víctima propiciatoria permite descifrar:

Tú eres un excremento, Tú eres un montón de basura, Tú vienes para matarnos, Tú vienes para salvarnos.»

El rey tiene una función auténtica y es la función de cualquier víctima sacrificial. Es una máquina para transformar la violencia estéril y conta­giosa en valores culturales y positivos. Cabe comparar la monarquía a estas fábricas, generalmente situadas en las afueras de las grandes ciuda‑

  1. «The Lovedu of Transvaal», in African Worlds (Londres, 1954).
  2. Theuws, «Naitre et mourir dans le rituel Luba, Zaire, XIV (2 y 3), Bru­selas, 1960, p. 172. Citado por L. Makarius, op. cit., p. 685.

Deja un comentario