EL ESTADO-NACIÓN SE CONVIERTE EN PIEZA CLAVE DE LA DISCIPLINA Y LA IDENTIDAD, EN EL TRABAJO Y EN LA CASA

EL ESTADO-NACIÓN SE CONVIERTE EN PIEZA CLAVE DE LA DISCIPLINA Y LA IDENTIDAD, EN EL TRABAJO Y EN LA CASA

Mientras que los trabajadores rivalizaban para encontrar trabajo y cada familia nuclear se convertía en un lugar cada vez más aislado para la crianza de los hijos, la competencia entre las distintas empresas y las diferentes zonas de Europa resultaba cada vez más intensa. No obs­tante, la lógica de la competición en este capitalismo en vías de expansión apelaba cada vez más al Estado para su protección y apoyo. La «libre empresa» incurre, pues, en una paradoja, al tiempo que se queja de las interferencias estatales en sus quehaceres económicos, necesita al Estado para mantener la ley y el orden15.

Cada Estado-nación capitalista debe tener un mecanismo que garantice la propiedad de sus habitantes, lo que conlleva que cada uno esté atrapado en una continua competencia con lo de afuera. A menu­do, los ejércitos estaban en la vanguardia a la hora de impulsar el cuidado sanitario de su propio personal y el de las prostitutas que servían a las tropas, y en el debate acerca de la disciplina en el ejército se contempla­ba el apoyo terapéutico para los que sufrían trastornos mentales agudos16.

La integridad del Estado afrontaba las amenazas del exterior —desde los que se resistían a trabajar a los que contravenían a las com­pañías en su búsqueda de beneficios en ultramar—y las preocupaciones, por tanto, empezaron a centrarse en cómo lidiar con los enemigos desde el interior. Las sospechas de lo externo mutan ahora en nuevas y

 

LA PSICOLOGÍA COMO IDEOLOGÍA

virulentas formas de racismo, y sería sólo una cuestión de tiempo antes de que se agitaran las explicaciones psicológicas acerca de las diferencias fundamentales entre las personas. El problema no podía zanjarse afir­mando simplemente que las razas no europeas no alcanzaban la condición humana. En su lugar los alegatos racistas más sofisticados acerca de las características de diferentes «comunidades» segregadas fueron esgrimidos para explicar por qué los extranjeros eran propensos a ser desleales a los países anfitriones. Los trabajadores inmigrantes productivos y con buena conducta eran tolerados, en tanto que eran asi­milados a la fuerza de trabajo que les identificaba con sus propios patronos, en una lucha común contra los de otras naciones17.

El crecimiento industrial, la lucha por los mercados y los nuevos recursos de mano de obra barata recurren a este componente naciona­lista del capitalismo, que se vería amplificado a escala mundial con la aparición del imperialismo. La idea de que el capitalismo era el único camino para el desarrollo estuvo relacionada con la explotación de los países colonizados, unas geografías que permanecían sistemáticamente «subdesarrolladas», reducidas a la posición de provisión de materia prima y fuerza de trabajo18.

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