Projimocracia, la última estupidez del progresismo estúpido.

El progresismo siempre hace la misma estupidez, esa estupidez se llama “deconstrucción”, siendo más precisos “deconstrucción destructiva” o “deconstrucción por la deconstrucción misma”. Usted me dirá yo no sé filosofía, no sé que es “deconstrucción”, y tiene razón, no todo el mundo tiene por qué saberlo. Definamos. Deconstrucción destructiva es “tirar el niño con el agua sucia”. Hay algo inmensamente valioso, el niño, es necesario lavarlo de la suciedad y conservarlo en su inmaculada pureza y qué hace el progresismo, dice “está sucio” tiremos todo, el agua sucia y el niño.

Eso es lo que el progresismo estúpido ha hecho con la palabra meritocracia. La meritocracia es, al menos como yo la entiendo, la columna vertebral de todo el entramado social. La meritocracia es justicia distributiva. Sin meritocracia la sociedad se hunde en el más profundo caos, regrede a los estadios más primitivos de organización social. El que manda, distribuye y asigna méritos es quien tiene el poder, el caudillo, no la ley. La ley desde algún punto de vista debería ser la medida y el parámetro del mérito, que nos hace a todos iguales y que medianamente intenta, en su límite negativo, darnos lo que merecemos.

¿Existen situaciones sociales de injusticia distributiva como las que muestra el video? POR SUPUESTO, obvio, pero eso no pervierte el concepto de meritocracia. El pervertido es el que mira el concepto con desconfianza deconstructiva y no puede integrar el todo del entramado social sin destruirlo. Muy por el contrario las situaciones que muestra el video nos llevan a profundizar el concepto de meritocracia. La justicia distributiva debe ser tal que los que no pueden acceder a aquellos bienes que son constitutivos, según el momento cultural, de una vida digna, deben recibir ayuda específica para reparar tal carencia.

La ayuda puede provenir de cualquier iniciativa o estamento social, pero obviamente el último responsable es el estado.

¿Entonces los ayudamos, los subsidiamos y listo?

No alcanza, la justicia distributiva o meritocracia debe ser de tal calidad que genere autonomía, no simplemente satisfaga la carencia.

El tan trillado enseñar a pescar, no simplemente regalar el pescado.

¡Pero si la persona se está ahogando no puedo enseñarle a nadar!¡Necesita primero un salvavidas!

Sí, claro. El tema es el modo en que se le da el salvavidas. Pongamos un ejemplo, las tarifas ridículas por servicios durante el kirchnerismo. Primero eran masivas e indiscriminadas, dadas a muchos que no las necesitaban. Pero en segundo lugar, lo que es peor,  engendran en el usuario una especie de derecho a lo gratis, a lo regalado, a que todo el mundo le debe a él, pobre víctima de la sociedad, que le regale la tarifa, o el colchón, o la heladera, o la casa o lo que fuere. Eso genera dependencia y manipulación. Me gusta que me regalen cosas voto al que me regala cosas. Bah… populismo.

¿Se podría haber regalado los servicios, como se hizo, provocando mucho menos daño en la subjetividad social y sin generar dependencia por el mismo costo?

Sí, por supuesto, si a cada persona le hubiesen asignado una cantidad de dinero extra para pagar las tarifas y que las tarifas hubiesen valido lo que valían pero automáticamente cada persona hubiera tenido en su cuenta de banco acreditado el dinero para pagarla, sintiendo que gasta algo suyo, de ningún modo hubiese sido así de desastrosa la deformación manipulativa de la subvención social. O simplemente subvencionando sueldos en vez de tarifas. El resultado hubiese sido, ciertamente, menos desastroso. Pero eso no da votos… la gente podría creer que es mérito de ella ganarse lo que se gana, no hay modo de atribuirlo a un estado benefactor y sacar rédito político. Descartado para el populismo.

¿Entonces es esencial el “cómo” ayudo al que necesita la ayuda?

Totalmente, la ayuda es el salvavidas para el que se está ahogando, si la ayuda se queda en ser un mero salvavidas convierto a la persona en un lisiado social, alguien que eternamente necesita ayuda de otro para sobrevivir.

La ayuda debe “empoderar”, palabra abusada por el progresismo y que uno termina por dudar si realmente la entienden. Para escándalo de la progresía, empoderar es el verbo del sustantivo meritocracia. Empoderar y meritocratizar son estrictos sinónimos que buscan como resultado la misma cosa la posibilidad del ascenso social autónomo de los individuos al lugar que cada uno se proponga y tenga la fuerza de voluntad para llegar.

Son lo mismo desde perspectivas distintas, el empoderamiento dice más la subjetividad del individuo en el hacerse cargo de las circustancias, la meritocratización apunta más a las estructuras sociales que hacen posible el empoderamiento. En el fondo tienen exactamente el mismo fundamento, un individuo que toma consciencia de sus posibilidades y se hace cargo de su destino.

Eso, por más que le duela al progresismo populista, sin meritocracia no es posible.

El individuo empoderado en un entorno populista siempre terminaría estrellado como bicho en el radiador de un auto contra la voluntad del tirano de turno: se llame Hitler, Stalin, Mao, Kim Jong-un, Castro, Chavez, Maduro o Kirchner.

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