Después de la entrada del Verbo Divino en la historia todo es salto de fe. El juego (de la historia humana) adquirió una novedad disruptiva frente a la cual no hay indiferencia posible, ni lugar para observadores no participantes, ‘la espada he venido a traer’. El cristiano hace un salto de fe, el ateo hace un salto de fe, el escéptico hace un salto de fe. El problema es que uno de estos saltos es una virtud teologal, el resto simplemente la actualización y concretización, fruto de una elección, de un trascendental modo de vida de la naturaleza humana: Creer para poder vivir, creer para poder ser.
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